Esto es sobre el domingo 15 de octubre, cuando fui a Tarragona.
Me levanté bastante temprano para ser domingo (a las 12), y me fui hasta la estación de Sants, una de las principales de la ciudad, donde confluyen varios tipos de trenes, ferrocarriles (aquí no es lo mismo) y el metro. Compré un pasaje ida y vuelta en un tren regional, que me costó 9,40 en total. El tren salió a las 13:03 y llegué después de una hora y tres minutos (aquí los trenes son normalmente muy precisos). El viaje es casi todo a unos metros del mar, y como el trecho es muy montañoso, atravesamos muchos túneles. Se veían algunas calas, desconocidas para todos salvo para los lugareños, que aprovechaban el calor para bañarse.
Llegué a Tarragona sin ninguna idea de dónde quedaba cada cosa (de hecho, incluso sin una lista de qué cosas había para ver), con sólo un mapa de calles impreso de Google Maps. Muy cerca de la estación de trenes encontré esta plaza:
Empecé a caminar por la costa, que estaba vacía, por alguna razón no había turistas pese a ser un fin de semana largo. Siguiendo los carteles pasé frente al Museo del Mar, al que decidí dejar para último momento (aunque después no iría), y me dirigí hacia la Necrópolis Cristiana. Estaba cerrada (al parecer todo cierra los domingos a partir de las 14 ó 15 horas), pero igual se podía ver desde arriba y sacar algunas fotos.
Rodeé el Parc Central, y decidí caminar hacia el este, porque en esa dirección ascendía la pendiente y supuse que la ciudad romana debía encontrarse en un punto elevado. Llegué así a la Rambla Nueva (la Rambla Vieja ya no es una rambla, sino una avenida). Como curiosidad, diré que todas estas explanadas tienen una inclinación un poco anormal, tanta que se nota al caminar y hace difícil que las fotos queden horizontales. Supongo que será para que cuando llueve el agua fluya más rápidamente, aunque no apostaría...
La ciudad, en la que se respiraba un aire de domingo de pueblo, está un poco descuidada y sucia. Como curiosidad, los conos para cortar carriles de la calle se podían encontrar en cualquier lugar menos en la calle. En esta foto, protegen la cabeza de un héroe de 1811:
La arquitectura de Tarragona es muy variada. Hay edificios de muchos estilos:
Seguí camino por la Rambla rumbo al mar:
Allí hay un lugar denominado el Mirador, donde es verdad que se puede apreciar la curvatura de la Tierra. Esto es lo que se ve desde allí, por partes:
Yendo hacia el norte entré en la otra Tarragona, la vieja e interesante, en la que coexisten construcciones de hace 2000 años y de hace 100. Caminé hacia este anfiteatro romano ubicado junto al mar, magnífico como pocas cosas que haya visto en mi vida:
La entrada estaba también cerrada. Observando a través del alambrado me quedé muchos minutos, estático, observando el lugar y pensando. Intenté imaginar el recinto repleto hace 1900 años, también traté de hacerme una idea de lo que significan tantos siglos (antes de venir a España, no había visto nunca nada de más de tres siglos de antigüedad). Por un momento imaginé unas pocas construcciones junto al mar, rodeadas de un territorio hostil y desconocido, pero ocupadas por una cultura expansiva pero que en algún sentido no buscaba esclavos sino iguales, no tanto dominar sino educar (algunos hispanos, como Séneca, llegarían a las altas esferas romanas). Creo que esto es una forma de generosidad, en una época en que la expansión romana era inevitable y podría haberse hecho excluyendo y no incluyendo. En mi opinión, esta actitud sobrevive en la cultura española. También pensé en muchas otras cosas, todo mientras miraba exactamente esto:
Esta es la plaza que hay detrás, en realidad no es muy llamativa, pero intenta ser coherente con el estilo de la construcción romana (toda esta zona parece respetar mucho más a los romanos que a los cristianos, de hecho los detalles, como los rostros en piedra de los bebederos, son todos paganos):
Seguí camino hacia el norte, pero antes recorrí este mirador ubicado por encima del anfiteatro:
Llegué a una rotonda. La torre pertenece al circo romano, pero de eso me enteraría mucho después, ya que seguí camino por la derecha:
No sabía aún qué se conservaba de la muralla romana. Pero ver estos edificios, donde la parte inferior son restos de la muralla y el resto es de una construcción más reciente, me pareció alucinante (además de extraño: lo normal hubiera sido que hace un par de siglos derribaran todo en nombre del racionalismo y construyeran desde cero, sólo se me ocurre que esta ciudad fuera demasiado pobre en ese momento como para permitírselo).
Avanzando un poco más me encontré con la muralla casi completa, y aprovechada íntegramente como la pared trasera de los edificios, aunque seguramente la parte superior sea algunos siglos más reciente. La altura aquí es de al menos 8 metros:
Siguiendo aún más, llegué a la parte de la muralla que aparentemente está intacta desde hace muchos siglos (es muy difícil determinar qué ha sido construido durante la Edad Media para reforzar las defensas, pero en todo caso no parece haber sido reconstruida recientemente):
La altura máxima es de unos nueve metros aquí, y supongo que el muro anexado y su puerta no son romanos, sino bastante posteriores:
Aquí se ve un corte transversal de la muralla, la cual fue aprovechada para proveer las paredes laterales de alguna casa:
Aquí es donde me hubiera gustado subir, aunque eso me temo que está reservado para algún empleado afortunado del ayuntamiento. La pared de ladrillo está construida encima de la muralla, como una manera curiosa de restringir el paso:
Entonces atravesé la muralla y me interné en lo que antes era Tarraco, una ciudad ubicada en la cima de un monte y rodeada de paredes de unos 9 metros de altura. Dentro se encuentra esta universidad, que tiene foto porque el edificio me pareció bonito:
Allí hay una plaza elevada desde la que se ve esto. Debo aclarar que caminar por Tarragona significa estar subiendo y bajando todo el tiempo escaleras (cuando hay suerte) o simplemente calles con mucha pendiente. Esto, sumado a la subidita al Tibidabo, me garantizó un par de días con dolor en los tibiales anteriores, unos músculos que ni sabía que tenía.
Aquí, un monumento a los usurpadores, aquellos que lograron subvertir una cultura magnífica por donde se la mire. Es la catedral:
Cerca de la catedral de santa Tecla hay una serie de puestos, unos pocos con artesanías y la mayoría con venta de comidas árabes e indias. De todas maneras, la foto la saqué por el adoquinado:
Aquí otra foto de ese único edificio cristiano que hay en la Ciudad Vieja, cerrado a las visitas y convenientemente protegido por lo que hicieron los romanos. Según parece, tiene cierto valor arquitectónico porque combina románico y gótico con cierto éxito:
La muralla, vista desde dentro de la Ciudad Vieja:
Este edificio, creo recordar, es un museo:
En algún punto fuera de la Ciudad Vieja (estaba completamente perdido en ese momento), hay un parque enorme. Se ve la muralla, con una especie de paseo elevado y una torre que domina lo que antes probablemente fuera un campo de batalla. Lamentablemente, no encontré el acceso a ese paseo, probablemente sea a través del Parque Arqueológico, que estaba cerrado.
Si fuera tan fácil estar en el Imperio Romano...
Aquí, una foto de la plaza del Ayuntamiento (tiene un nombre, pero no lo recuerdo). Luego me enteraría de que debajo del Ayuntamiento (a mis espaldas) hay calabozos romanos (carceres):
Un edificio con un mural cubriendo todo su lateral:
Caminando sin rumbo encontré este lugar, creo que son restos de un acueducto romano:
Aunque no se podía pasar, algunos viven en ellos:
Nuevamente llevado por el azar encontré el Circo Romano, había pasado por detrás de él y no lo había visto.
El Circo Romano, como toda la parte romana de Tarragona, ha sido declarado Patrimonio Mundial por la ONU.
El Circo Romano (al que se puede acceder, pero no un domingo por la tarde), rodeándolo por fuera:
Otra vez entré a la zona amurallada, sólo para descubrir que todavía me faltaba mucho por conocer:
Esta placa supongo que era un antiguo plano de la ciudad:
En el medio de una plaza, esto:
Y en otra plaza, esto otro:
Y otro edificio pintado:
Decidí comenzar el camino de regreso, ya quedaba poca luz y tenía que atravesar nuevamente toda la ciudad nueva. Encontré una plaza con un monumento sobre la Atlántida:
En el lugar más inesperado, a mucha distancia de la ciudad vieja, me encontré con los restos del foro romano, que ocupa dos manzanas pero es casi imposible de fotografiar desde fuera:
Y aún más, me encontré con esto. En Tarragona, caminando sin rumbo, uno va encontrando restos arqueológicos a su paso. De hecho, mientras construían un estacionamiento hace diez años, encontraron un acueducto romano subterráneo que atraviesa todo el centro y se puede recorrer, aunque hay que llevar equipo de neoprene para nadar en algunos tramos.
Finalmente llegué a la estación, mientras se levantaba un viento húmedo que me recordó a la costa marplatense en otoño. Llegué a Barcelona, y descubrí que todo el mundo estaba regresando de sus viajes en el mismo momento, así que por primera vez tuve que dejar pasar un metro simplemente porque no podía subir.
Me habían dicho que Tarragona podía ser recorrida en un día. No es cierto. Me llevó cinco horas caminar por sus calles (y, de hecho, el recorrido que hice fue por casualidad el más directo), si hubieran estado abiertos los museos y las visitas a las construcciones romanas hubiera necesitado al menos dos días. Además, mirando luego en Google Earth me di cuenta de que me quedaron algunos lugares por ver, aunque ninguno romano (la plaza de toros, por ejemplo).
Debo decir que Tarragona me pareció una ciudad hermosa, una ciudad para vivir. Está un poco descuidada, pero esto según parámetros europeos, no argentinos (ya me acostumbré mucho a la limpieza de Barcelona). Mejor dicho, según parámetros barcelonenses, ya que a algunos europeos Barcelona les parece un poco sucia (no me queda claro por qué). Yo lo único que le puedo reprochar a Barcelona es que hayan sobrevivido pocas cosas romanas, un ejemplo es que trabajo a 60 metros de lo que era la principal carretera romana de acceso a España (la Vía Augusta), hoy día una avenida de asfalto.
El Imperio Romano ya no existe, pero pienso que sobrevive de alguna manera entre los europeos. En su consciencia, ya que es de una manera visible parte de su pasado. En algunas de sus comidas. En la cultura y la forma de vivir españolas. Tarraco y Barcino tuvieron el privilegio de ser dos colonias muy importantes, de haber sido parte del proyecto más grandioso de hermanar a la humanidad. Sea por suerte o por pereza, la Iglesia primero, y el racionalismo después, no destruyeron todos estos restos del pasado, estos vestigios de una época luminosa de la historia.
Tarragona, volveré.
Importante: las notas nuevas se encuentran aquí, junto a una copia de todo este sitio.
martes, octubre 17, 2006
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