Este agosto no ha habido muy buen clima en Barcelona. No hubo ni media ola de calor, y casi todas las tardes estuvo nublado. El sábado 26 no fue la excepción, y cuando me levanté el cielo ya estaba gris. Vale la pena aclarar que normalmente no llueve.
Como no tenía nada para hacer, preparé mi mochila con la indispensable botella de agua (en la playa son difíciles de comprar, y salen muy caras), la cámara de fotos, etc., y me fui al metro. Mataró es una ciudad (con playas) bastante grande, ubicada al norte de Barcelona. Se llega a ella en tren de Rodalies (cercanías), pero por la distancia la T-10 de una zona no sirve. Así que me compré la T-10 de 3 zonas, que cuesta el triple que la normal.
Mapa de trenes de cercanías. ¿Parece confuso? Lo es... (hacer click sobre la imagen para verla más grande, y en Windows XP hacer click otra vez para verla bien). Por cierto, en este mapa, Mataró está en la cuarta zona, no en la tercera. Pero en la del metro está en la tercera. Así que por las dudas compré una T-10 en una máquina del metro.
El tren hacia el norte separa las ciudades y pueblos del mar. Si alguien recuerda las fotos de Badalona, se ve claramente que el paseo marítimo y la ciudad quedan a la izquierda y las playas a la derecha. Bueno, eso es así en todo el recorrido. Además de no obstaculizar el tránsito en las ciudades, esto tiene otra ventaja, y es que durante los 40 minutos que demora el tren en llegar a Mataró vas viendo playas de todos los estilos por una ventana y paseos marítimos por la otra.
Una vez en Mataró empecé a caminar por la costa hacia el norte. Mataró tiene la particularidad de que entre las vías y las playas hay además una franja de tierra con árboles. Estas fotos las saqué caminando cerca de la arena.
Luego estuve un rato en la playa, escuchando música con mi móvil. El viento venía del mar, y las nubes que venían desde el Mediterráneo se unían sobre mi cabeza al nubarrón estático que recorría toda la costa de la zona.
Luego seguí caminando hacia el norte.
Cuando llegué a una playa que parecía ser la última de Mataró emprendí el regreso, esta vez caminando a más distancia de la arena. Quedaba de este lado de las vías una manzana muy angosta con casas erosionadas por el viento del mar, un mural y una universidad.
Finalmente emprendí el regreso. Al día siguiente, domingo, fui a Badalona, que al parecer no es sólo un pueblito sino que es una ciudad anexa a Barcelona con un millón de habitantes. Algún día tal vez recorra sus calles.
Con esto terminé mi primera semana de regreso al trabajo. Por cierto, como he dicho me dieron dos semanas de vacaciones, pero como la sucursal en la que trabajo estuvo cerrada tres, esta semana tuve que ir a la sede central aunque no había mucho para hacer. Ahora ya vuelvo a trabajar a mi oficina de siempre.
Importante: las notas nuevas se encuentran aquí, junto a una copia de todo este sitio.
martes, agosto 29, 2006
miércoles, agosto 23, 2006
Cantabria (2)
Durante la primera mañana, di con Goyo una vuelta por el centro de la ciudad, donde conocí la veterinaria de Mery, una de sus hermanas. Aunque mis zapatillas seguían mojadas y hacía frío, me gustó mucho el paseo. Lamento no haber tomado más fotos:
Una plaza de Reinosa, probablemente la central:
Canal por donde baja (creo que) el río Ebro, con poco caudal ahora:
Si no recuerdo mal, esa mañana conocí a algunos amigos de Goyo y fuimos a una taberna muy vieja, con suelos de madera antigua y no barnizada, como las que con un poco de suerte se pueden encontrar todavía en la Pampa argentina, y de las que al parecer en Cantabria quedan sólo unas pocas. Iríamos seguido a esa taberna, y en ella, al día siguiente, vería nuevamente a Julio y conocería a Uki (Julio hijo) y su familia. No me gusta escribir sobre otras personas sin que ellas lo sepan, así que todo lo que diré es que todos mis parientes de Cantabria son extremadamente simpáticos, y muchos de ellos son además verdaderamente divertidos. Yo no había previsto que me pudiera sentir tan cómodo entre ellos, conocerlos fue genial, y luego me quedaría con ganas de estar más días allí.
Barrio típico de Reinosa:
Ese mismo día, por la tarde, llegó con un día de anticipación Fernando, hermano de Goyo, con su novia. Venía conduciendo desde Granada, y en vez de pasar la noche en Madrid sólo se detuvo y luego siguieron viaje hasta Reinosa.
Como me estoy dando cuenta de que resulta imposible recordar en qué día hice qué cosa, contaré simplemente algunas de las cosas que hice en el viaje y cómo es la forma de vida allí.
Una tarde Fernando, Goyo y yo subimos hasta lo más alto de una montaña que en invierno es un centro de esquí. El frío que hacía en ese lugar era impresionante, no sólo por la temperatura (que veíamos cómo descendía con el sensor del coche), sino porque ese era el punto exacto por el que el viento de una ladera pasaba a la otra. Luego vería fotos de ese lugar en invierno, es impresionante la cantidad de nieve que se puede acumular ahí. La mayoría de los caminos quedan completamente sepultados por la nieve, y los más importantes son desenterrados constantemente por unas máquinas muy avanzadas que no sólo quitan la nieve sino que además la modelan: arriba tienen un tubo por el que expulsan la nieve hacia los costados del camino, y utilizan un sistema que crea unos paredones perfectamente lisos y verticales a los lados. Como resultado, en una de las fotos se podía ver una carretera que avanzaba como una trinchera, con dos paredes blancas a los costados de al menos 5 metros de altura (casi duplicando la altura de la máquina). También parece ser que, cuando ya se ha acumulado demasiada nieve, tienen que utilizar otras máquinas más livianas que van por encima de la nieve rebajando el nivel. Con esta técnica en algunos casos forman verdaderos escalones de nieve en las laderas, cada escalón con más de un metro de alto.
Vista desde lo cima de esta montaña (a la que se accede en coche):
El mismo día fui a conocer el castillo de Argüeso, cuya existencia documentada se remonta al siglo XIII, aunque se han encontrado debajo restos de una fortificación previa. Este castillo se utilizaba al parecer con fines de control, no defensivos. Dentro había dos exposiciones, una sobre la nieve en el Valle de Campoo (parte de Cantabria en la que se encuentra Reinosa), y la otra con las pinturas de un artista que estaba allí aburriéndose detrás de su portátil.
Ese mismo día, también fuimos a Fonibre, un pueblo cercano a Reinosa donde nace el Ebro, surgiendo de entre las piedras. El lugar es sombrío y muy silencioso (sólo se escucha el fluir del agua), era ideal para acostarse boca arriba y dejar pasar las horas sin hacer nada. Lo que no me gustó demasiado es la explotación religiosa del lugar, ya que al costado hay un pequeño altar a una virgen, y en el medio del río (que apenas nace ya es ancho) hay un pilar con una estatuilla representando a la misma virgen. Han querido hacer de un sitio tan agradable un lugar de recogimiento, y si bien el sitio es apropiado para eso (por su silencio y oscuridad), hubiera preferido que no pusieran íconos religiosos en él.
A lo largo de la ribera izquierda hay mesas y bancos de madera, para quien quiera hacer un picnic allí. A apenas 200 metros del nacimiento ya hay unos rápidos. Este río desemboca luego de algunos kilómetros en el "pantano" (una represa, el nombre de pantano es equívoco, lo que se forma es un lago), donde he dicho que se encuentra sepultado el pueblo de mi abuelo, y luego sigue su camino hacia el este de España.
Lamentablemente, aquí las fotos más interesantes me salieron movidas.
Parado en el medio del río, mirando hacia el altar de la virgen. Debajo, rodeado por cinco rocas, se ve el lugar donde mana el agua del río. Al manar desde abajo sólo se ve la turbulencia que produce:
Desde el mismo lugar, pero mirando hacia donde continúa el río:
Otro día acompañé por la mañana a Goyo al campo de golf de la zona, que pese a la poca población que hay tiene 18 hoyos (y por eso es envidiado por la gente de ciudades como Santander, que tiene que esperar para poder jugar). No jugué, está claro (puedo pegarle a la pelotita, pero no que haga más de 10 metros), aunque de todas maneras fue muy interesante. Jugar al golf en este campo es realmente muy barato: por ejemplo, la canasta con pelotitas de práctica cuesta un euro.
Foto de una isla del campo de golf de Nestares. Como el campo no debe ser demasiado viejo, todavía los árboles son pequeños:
También fui una noche a un par de bares con Goyo, Fernando y su novia, y hasta bailé. La música no es tan mala como me habían anticipado, pero dejan los temas completos y cuando funden una canción con otra es aún peor que cuando no lo hacen. La bebida es muy barata y de muy buena calidad.
El resto del tiempo lo pasé dando vueltas en coche, yendo a restaurantes, cafeterías y bares. En Reinosa se come y se beben aperitivos desde que te despiertas hasta que te acuestas. Llegas a un lugar, pides un Martini Rojo o algo así, comes algo, y entonces te vas a otro lugar diferente (que puede estar a muchos kilómetros de distancia) a hacer lo mismo. Creo que jamás comí tanto en mi vida, y sin repetir ningún plato. Probé mejillones al ajillo, anchoas con pimientos (morrones), tiras de cordero, tortilla francesa, jamón ibérico, y muchas otras cosas que no recuerdo. Todas me gustaron, está claro que algunas más que otras, aunque por esta vez preferí pasar de las morcillas a la no-sé-qué. Recuerdo con especial cariño a las aceitunas La Española, las mejores que probé en mi vida (aunque a los de allí les parecían regulares). En cuanto al alcohol, un día llegué a tomarme a lo largo de todo el día cinco aperitivos, vino con las comidas, y tres tragos. De todas maneras no vi en ningún momento, ni siquiera en la discoteca, a nadie borracho.
En la zona hay mucha gente mayor a los 30 años. La gente más joven normalmente estudia en Santander, y cuando termina los estudios se queda a trabajar allí o se va a Madrid o Bilbao. Los que se quedan trabajan pocas horas (con horario cortado), llevan un ritmo de vida tranquilo y siempre tienen coche (y lo usan mucho). Pese a este éxodo, muchas personas al jubilarse regresan a la zona. Hay muchos turistas, especialmente en invierno, aunque casi todos son españoles, porque Cantabria no hace mucha publicidad turística, y tal vez porque por sus temperaturas no es el destino más adecuado para el aquí famoso "turismo borracho", que consiste en ser rubio, hablar otro idioma, viajar al lugar con más calor de toda España, y emborracharse todas las tardes (sobre todo los hombres) o las noches (hombres y mujeres). De turismo cultural, poco.
Para regresar a Barcelona Goyo me llevó a Santander, y allí subí a un autobus lleno de mujeres vestidas para matar. Mi compañera de asiento me explicó que esa noche eran las fiestas de Bilbao, así que ella pasaría la noche allí y regresaría al día siguiente. Así que en el País Vasco lamentablemente se bajaron todas del autobus y fueron reemplazadas por moros y africanos. A mí me había tocado un asiento de ventanilla, y a mi derecha se sentó un moro muy gordo y bastante sudado. No pude evitar sentirme acorralado durante todo el viaje, mientras el codo transpirado de mi compañero sobrepasaba el apoyabrazos y oscilaba a sólo un par de centímetros de mí. Además, los asientos de Alsa (la empresa de autobuses) son realmente muy angostos, así que cuando el que viajaba delante reclinó el asiento y mis rodillas quedaron trabadas ya no pude hacer otra cosa que contar los minutos que faltaban para llegar a Zaragoza primero (donde paran 40 minutos) y a Barcelona después. La próxima vez viajo en avión. Para colmo, como no quedaban pasajes para autobuses diurnos, no pude ver nada del paisaje.
Cuando llegué a Barcelona ya eran las 6 de la mañana del domingo 20 de agosto, mi último día de vacaciones, y pude por primera vez quitarme el pulóver. Espero poder ir nuevamente a Reinosa, tal vez en invierno así también aprovecho la nieve.
Al día siguiente, como la sucursal en la que yo trabajo estaría cerrada también toda la semana (todos tuvieron tres semanas de vacaciones, menos yo, que tuve dos semanas, y dos días que me guardé para más adelante), tuve que ir a la sede central de la empresa. Aunque allí la oficina está compartida con otros, la verdad es que no hay casi nada de trabajo (mucha gente está de vacaciones allí también), no me gusta mucho que los dueños estén tan cerca, aunque estar cerca a treinta teleoperadoras suecas es muy interesante. Los otros "informáticos" que hay allí son muy agradables, tanto que suelo quedarme después de hora, no porque haya algo para terminar, sino para charlar.
Una plaza de Reinosa, probablemente la central:
Canal por donde baja (creo que) el río Ebro, con poco caudal ahora:
Si no recuerdo mal, esa mañana conocí a algunos amigos de Goyo y fuimos a una taberna muy vieja, con suelos de madera antigua y no barnizada, como las que con un poco de suerte se pueden encontrar todavía en la Pampa argentina, y de las que al parecer en Cantabria quedan sólo unas pocas. Iríamos seguido a esa taberna, y en ella, al día siguiente, vería nuevamente a Julio y conocería a Uki (Julio hijo) y su familia. No me gusta escribir sobre otras personas sin que ellas lo sepan, así que todo lo que diré es que todos mis parientes de Cantabria son extremadamente simpáticos, y muchos de ellos son además verdaderamente divertidos. Yo no había previsto que me pudiera sentir tan cómodo entre ellos, conocerlos fue genial, y luego me quedaría con ganas de estar más días allí.
Barrio típico de Reinosa:
Ese mismo día, por la tarde, llegó con un día de anticipación Fernando, hermano de Goyo, con su novia. Venía conduciendo desde Granada, y en vez de pasar la noche en Madrid sólo se detuvo y luego siguieron viaje hasta Reinosa.
Como me estoy dando cuenta de que resulta imposible recordar en qué día hice qué cosa, contaré simplemente algunas de las cosas que hice en el viaje y cómo es la forma de vida allí.
Una tarde Fernando, Goyo y yo subimos hasta lo más alto de una montaña que en invierno es un centro de esquí. El frío que hacía en ese lugar era impresionante, no sólo por la temperatura (que veíamos cómo descendía con el sensor del coche), sino porque ese era el punto exacto por el que el viento de una ladera pasaba a la otra. Luego vería fotos de ese lugar en invierno, es impresionante la cantidad de nieve que se puede acumular ahí. La mayoría de los caminos quedan completamente sepultados por la nieve, y los más importantes son desenterrados constantemente por unas máquinas muy avanzadas que no sólo quitan la nieve sino que además la modelan: arriba tienen un tubo por el que expulsan la nieve hacia los costados del camino, y utilizan un sistema que crea unos paredones perfectamente lisos y verticales a los lados. Como resultado, en una de las fotos se podía ver una carretera que avanzaba como una trinchera, con dos paredes blancas a los costados de al menos 5 metros de altura (casi duplicando la altura de la máquina). También parece ser que, cuando ya se ha acumulado demasiada nieve, tienen que utilizar otras máquinas más livianas que van por encima de la nieve rebajando el nivel. Con esta técnica en algunos casos forman verdaderos escalones de nieve en las laderas, cada escalón con más de un metro de alto.
Vista desde lo cima de esta montaña (a la que se accede en coche):
El mismo día fui a conocer el castillo de Argüeso, cuya existencia documentada se remonta al siglo XIII, aunque se han encontrado debajo restos de una fortificación previa. Este castillo se utilizaba al parecer con fines de control, no defensivos. Dentro había dos exposiciones, una sobre la nieve en el Valle de Campoo (parte de Cantabria en la que se encuentra Reinosa), y la otra con las pinturas de un artista que estaba allí aburriéndose detrás de su portátil.
Ese mismo día, también fuimos a Fonibre, un pueblo cercano a Reinosa donde nace el Ebro, surgiendo de entre las piedras. El lugar es sombrío y muy silencioso (sólo se escucha el fluir del agua), era ideal para acostarse boca arriba y dejar pasar las horas sin hacer nada. Lo que no me gustó demasiado es la explotación religiosa del lugar, ya que al costado hay un pequeño altar a una virgen, y en el medio del río (que apenas nace ya es ancho) hay un pilar con una estatuilla representando a la misma virgen. Han querido hacer de un sitio tan agradable un lugar de recogimiento, y si bien el sitio es apropiado para eso (por su silencio y oscuridad), hubiera preferido que no pusieran íconos religiosos en él.
A lo largo de la ribera izquierda hay mesas y bancos de madera, para quien quiera hacer un picnic allí. A apenas 200 metros del nacimiento ya hay unos rápidos. Este río desemboca luego de algunos kilómetros en el "pantano" (una represa, el nombre de pantano es equívoco, lo que se forma es un lago), donde he dicho que se encuentra sepultado el pueblo de mi abuelo, y luego sigue su camino hacia el este de España.
Lamentablemente, aquí las fotos más interesantes me salieron movidas.
Parado en el medio del río, mirando hacia el altar de la virgen. Debajo, rodeado por cinco rocas, se ve el lugar donde mana el agua del río. Al manar desde abajo sólo se ve la turbulencia que produce:
Desde el mismo lugar, pero mirando hacia donde continúa el río:
Otro día acompañé por la mañana a Goyo al campo de golf de la zona, que pese a la poca población que hay tiene 18 hoyos (y por eso es envidiado por la gente de ciudades como Santander, que tiene que esperar para poder jugar). No jugué, está claro (puedo pegarle a la pelotita, pero no que haga más de 10 metros), aunque de todas maneras fue muy interesante. Jugar al golf en este campo es realmente muy barato: por ejemplo, la canasta con pelotitas de práctica cuesta un euro.
Foto de una isla del campo de golf de Nestares. Como el campo no debe ser demasiado viejo, todavía los árboles son pequeños:
También fui una noche a un par de bares con Goyo, Fernando y su novia, y hasta bailé. La música no es tan mala como me habían anticipado, pero dejan los temas completos y cuando funden una canción con otra es aún peor que cuando no lo hacen. La bebida es muy barata y de muy buena calidad.
El resto del tiempo lo pasé dando vueltas en coche, yendo a restaurantes, cafeterías y bares. En Reinosa se come y se beben aperitivos desde que te despiertas hasta que te acuestas. Llegas a un lugar, pides un Martini Rojo o algo así, comes algo, y entonces te vas a otro lugar diferente (que puede estar a muchos kilómetros de distancia) a hacer lo mismo. Creo que jamás comí tanto en mi vida, y sin repetir ningún plato. Probé mejillones al ajillo, anchoas con pimientos (morrones), tiras de cordero, tortilla francesa, jamón ibérico, y muchas otras cosas que no recuerdo. Todas me gustaron, está claro que algunas más que otras, aunque por esta vez preferí pasar de las morcillas a la no-sé-qué. Recuerdo con especial cariño a las aceitunas La Española, las mejores que probé en mi vida (aunque a los de allí les parecían regulares). En cuanto al alcohol, un día llegué a tomarme a lo largo de todo el día cinco aperitivos, vino con las comidas, y tres tragos. De todas maneras no vi en ningún momento, ni siquiera en la discoteca, a nadie borracho.
En la zona hay mucha gente mayor a los 30 años. La gente más joven normalmente estudia en Santander, y cuando termina los estudios se queda a trabajar allí o se va a Madrid o Bilbao. Los que se quedan trabajan pocas horas (con horario cortado), llevan un ritmo de vida tranquilo y siempre tienen coche (y lo usan mucho). Pese a este éxodo, muchas personas al jubilarse regresan a la zona. Hay muchos turistas, especialmente en invierno, aunque casi todos son españoles, porque Cantabria no hace mucha publicidad turística, y tal vez porque por sus temperaturas no es el destino más adecuado para el aquí famoso "turismo borracho", que consiste en ser rubio, hablar otro idioma, viajar al lugar con más calor de toda España, y emborracharse todas las tardes (sobre todo los hombres) o las noches (hombres y mujeres). De turismo cultural, poco.
Para regresar a Barcelona Goyo me llevó a Santander, y allí subí a un autobus lleno de mujeres vestidas para matar. Mi compañera de asiento me explicó que esa noche eran las fiestas de Bilbao, así que ella pasaría la noche allí y regresaría al día siguiente. Así que en el País Vasco lamentablemente se bajaron todas del autobus y fueron reemplazadas por moros y africanos. A mí me había tocado un asiento de ventanilla, y a mi derecha se sentó un moro muy gordo y bastante sudado. No pude evitar sentirme acorralado durante todo el viaje, mientras el codo transpirado de mi compañero sobrepasaba el apoyabrazos y oscilaba a sólo un par de centímetros de mí. Además, los asientos de Alsa (la empresa de autobuses) son realmente muy angostos, así que cuando el que viajaba delante reclinó el asiento y mis rodillas quedaron trabadas ya no pude hacer otra cosa que contar los minutos que faltaban para llegar a Zaragoza primero (donde paran 40 minutos) y a Barcelona después. La próxima vez viajo en avión. Para colmo, como no quedaban pasajes para autobuses diurnos, no pude ver nada del paisaje.
Cuando llegué a Barcelona ya eran las 6 de la mañana del domingo 20 de agosto, mi último día de vacaciones, y pude por primera vez quitarme el pulóver. Espero poder ir nuevamente a Reinosa, tal vez en invierno así también aprovecho la nieve.
Al día siguiente, como la sucursal en la que yo trabajo estaría cerrada también toda la semana (todos tuvieron tres semanas de vacaciones, menos yo, que tuve dos semanas, y dos días que me guardé para más adelante), tuve que ir a la sede central de la empresa. Aunque allí la oficina está compartida con otros, la verdad es que no hay casi nada de trabajo (mucha gente está de vacaciones allí también), no me gusta mucho que los dueños estén tan cerca, aunque estar cerca a treinta teleoperadoras suecas es muy interesante. Los otros "informáticos" que hay allí son muy agradables, tanto que suelo quedarme después de hora, no porque haya algo para terminar, sino para charlar.
lunes, agosto 21, 2006
Cantabria
Imposible indicar aquí todo lo que hice en Cantabria. Fueron tantas cosas que se me mezclan un poco los días y seguramente me faltarán cosas. Pero este será mi intento.
Llegué a Santander a las 8 de la mañana del miércoles 16 de agosto. El autobus por suerte se detuvo entre las 2:20 y las 3:00 en un lugar donde había un grupo de paradores (luego me dirían que eso era Zaragoza). Después de esa parada se detuvo a bajar y subir pasajeros en varias ciudades, creo que eran Vitoria, Bilbao, Laredo y alguna más (no necesariamente en ese orden, en geografía española me llevo un dos). Por viajar de noche (nunca más) no pude ver casi nada, salvo unos grupos de luces anaranjadas muy frecuentes a izquierda y derecha (tan frecuentes que sólo puedo decir que la autopista entre Buenos Aires y Mar del Plata atraviesa un desierto).
Un breve comentario geográfico. Santander es la capital de Cantabria, una comunidad autónoma con una única provincia, ubicada al norte de España, con Galicia y Asturias al oeste y el País Vasco al este. Yo me dirigía a Reinosa, una ciudad ubicada entre las montañas, 70 kms. al sur de Santander (y de la costa).
Ubicación de Cantabria:
Sobre las siete comenzó a amanecer, así que pude ver el ingreso a Santander. A la derecha, el mar cantábrico, encima, el cielo nublado, a la izquierda, lo más interesante. El relieve es muy abrupto, así que aunque bordeábamos el mar la autopista atravesaba laderas dinamitadas y pasaba junto a montes bastante altos (hay una zona, que no visité, donde hay 2500 metros de diferencia de altura en sólo 25 kms.). Es una zona bastante lluviosa, así que pese a las dos semanas de sequía (que estaban a punto de acabar) todo estaba verde y también arbolado. También hay muchas cuevas, y me asombró ver en la base de una montaña una puerta empotrada, era algo surrealista.
La entrada a Santander, desde el este, al principio no es muy llamativa, ya que creo que se trata de una zona portuaria y los comercios tienen el aspecto habitual de esas zonas, sin prestarle atención a la estética. Pero pronto me encontré en una ciudad impecable, donde toda la costanera estaba adornada por canteros de flores perfectamente cuidados, paseos para el caminante, y plazas prolijas como no he visto nunca.
Llegué entonces a la estación de autobuses, que por cierto es subterránea, donde me estaría esperando Goyo, un primo de mi madre. Yo no lo conocía, ni siquiera tenía una foto, y él tampoco me conocía, en todo caso tenía una foto mía con sólo trece años. Por suerte era la única persona que esperaba a alguien, así que lo encontré al instante. Por suerte no fue necesario llevar sombrero de copa para reconocernos...
De allí salimos a recorrer las calles todavía desiertas de Santander, buscando algún lugar para desayunar algo. Me mostró la bahía de Santander, llena de playas vacías, algunas de ellas para nudistas. Luego fuimos en su BMW a Reinosa, y aunque el paisaje era hermoso, lo que más me llamó la atención fue la infraestructura de transportes. Por ser un lugar montañoso y tan irregular, me esperaba una humilde autopista que recorriera haciendo eses las laderas, rodeada de caminos de ripio por doquier. Lamento quitarle la sorpresa a quien vaya, pero la verdad es muy diferente. Primero, no existen los caminos de ripio, es todo asfalto, no conocen los baches, y como probablemente vuelvan a pintar las líneas blancas todos los años, la autopista y todas las calles que vería daban la sensación de haber sido recién terminadas. Además, y a diferencia de Argentina, si para ahorrarle unos minutos al conductor hay que hacer un túnel que atraviese media montaña, se lo hace. El más largo de estos túneles tiene más de 2 kms. de largo, y están completamente iluminados, con unas luces naranjas de las que no falla ni una. Por cierto, no hay peajes (al parecer, sólo hay en Cataluña).
Llegamos entonces a Reinosa, que yo suponía que era un pueblo menor pero resultó ser la ciudad central de la zona, rodeada por pueblos, esos sí pequeños. De todas maneras, Reinosa tiene sólo 12000 habitantes (aunque algunos estiman que se han ido 2000 en los últimos años). Como probablemente yo era el único turista ahí (no porque le falten lugares de interés, aunque sí le falta promoción), y además prácticamente todo lo recorrí en auto, no tengo casi fotos del lugar (y tampoco de los lugares que mencionaré luego).
Aunque sea una ciudad muy pequeña, a Reinosa no le falta nada. Tiene complejo deportivo con piscina, centros de esquí, todos los servicios (aunque aquí hasta el pueblo más remoto ya tiene Internet), y el segundo campo de golf más grande de toda la provincia, el Nestares, con 18 hoyos. No hay inmigrantes (al menos no reconocibles por su aspecto), y mientras caminábamos por la calle Goyo no paraba de saludar gente. Antes de que me olvide el detalle, diré que la principal joyería de la ciudad no tiene rejas, sólo un vidrio la defiende de los inexistentes ladrones.
Cantabria fue un lugar de paso y gran valor estratégico, así que hay construcciones de muchísimas épocas y culturas. En el centro de Reinosa se alza una iglesia que creo que era románica, a la que lamentablemente no le tomé una foto. Cerca de la ciudad hay una ciudad romana reconstruida y varios puentes romanos, a los que no tuvimos tiempo de ir. En el centro de la ciudad se pueden encontrar casas del siglo XIII, y debido a la nieve hay manzanas enteras donde la vereda (acera) es una galería por donde caminas bajo un techo y junto a columnas de piedra. En la zona hay varias canteras de piedra, y las hay de varios tonos de marrón, así que incluso en las construcciones más recientes es común ver un revestimiento de piedras que las hace muy bonitas. El río Ebro, además, baja con tanta fuerza que es muy fácil y bastante ilegal conseguir piedras redondeadas del lecho del río, del marrón que quieras.
En algunas cosas me hizo acordar mucho a Ushuaia. El ritmo de vida, el estar rodeado por montañas que se elevaban hasta mil metros en relación a la ciudad, la cordialidad de los desconocidos... Reinosa también tiene playas cerca, ya que hay una represa enorme a pocos kilómetros con playas alrededor. Esa represa fue construida en la época franquista (creo que en el 47), y los residentes de varios pueblos tuvieron que emigrar a tierras más altas. Cuando les pagaron por sus viviendas, les pagaron poco y mal. Aunque me hice un poco de lío, creo que no me equivoco si digo que cuando el nivel de la represa está bajo se ve todavía el campanario del pueblo donde nació mi abuelo y de donde tuvo que irse.
Continuará...
Llegué a Santander a las 8 de la mañana del miércoles 16 de agosto. El autobus por suerte se detuvo entre las 2:20 y las 3:00 en un lugar donde había un grupo de paradores (luego me dirían que eso era Zaragoza). Después de esa parada se detuvo a bajar y subir pasajeros en varias ciudades, creo que eran Vitoria, Bilbao, Laredo y alguna más (no necesariamente en ese orden, en geografía española me llevo un dos). Por viajar de noche (nunca más) no pude ver casi nada, salvo unos grupos de luces anaranjadas muy frecuentes a izquierda y derecha (tan frecuentes que sólo puedo decir que la autopista entre Buenos Aires y Mar del Plata atraviesa un desierto).
Un breve comentario geográfico. Santander es la capital de Cantabria, una comunidad autónoma con una única provincia, ubicada al norte de España, con Galicia y Asturias al oeste y el País Vasco al este. Yo me dirigía a Reinosa, una ciudad ubicada entre las montañas, 70 kms. al sur de Santander (y de la costa).
Ubicación de Cantabria:
Sobre las siete comenzó a amanecer, así que pude ver el ingreso a Santander. A la derecha, el mar cantábrico, encima, el cielo nublado, a la izquierda, lo más interesante. El relieve es muy abrupto, así que aunque bordeábamos el mar la autopista atravesaba laderas dinamitadas y pasaba junto a montes bastante altos (hay una zona, que no visité, donde hay 2500 metros de diferencia de altura en sólo 25 kms.). Es una zona bastante lluviosa, así que pese a las dos semanas de sequía (que estaban a punto de acabar) todo estaba verde y también arbolado. También hay muchas cuevas, y me asombró ver en la base de una montaña una puerta empotrada, era algo surrealista.
La entrada a Santander, desde el este, al principio no es muy llamativa, ya que creo que se trata de una zona portuaria y los comercios tienen el aspecto habitual de esas zonas, sin prestarle atención a la estética. Pero pronto me encontré en una ciudad impecable, donde toda la costanera estaba adornada por canteros de flores perfectamente cuidados, paseos para el caminante, y plazas prolijas como no he visto nunca.
Llegué entonces a la estación de autobuses, que por cierto es subterránea, donde me estaría esperando Goyo, un primo de mi madre. Yo no lo conocía, ni siquiera tenía una foto, y él tampoco me conocía, en todo caso tenía una foto mía con sólo trece años. Por suerte era la única persona que esperaba a alguien, así que lo encontré al instante. Por suerte no fue necesario llevar sombrero de copa para reconocernos...
De allí salimos a recorrer las calles todavía desiertas de Santander, buscando algún lugar para desayunar algo. Me mostró la bahía de Santander, llena de playas vacías, algunas de ellas para nudistas. Luego fuimos en su BMW a Reinosa, y aunque el paisaje era hermoso, lo que más me llamó la atención fue la infraestructura de transportes. Por ser un lugar montañoso y tan irregular, me esperaba una humilde autopista que recorriera haciendo eses las laderas, rodeada de caminos de ripio por doquier. Lamento quitarle la sorpresa a quien vaya, pero la verdad es muy diferente. Primero, no existen los caminos de ripio, es todo asfalto, no conocen los baches, y como probablemente vuelvan a pintar las líneas blancas todos los años, la autopista y todas las calles que vería daban la sensación de haber sido recién terminadas. Además, y a diferencia de Argentina, si para ahorrarle unos minutos al conductor hay que hacer un túnel que atraviese media montaña, se lo hace. El más largo de estos túneles tiene más de 2 kms. de largo, y están completamente iluminados, con unas luces naranjas de las que no falla ni una. Por cierto, no hay peajes (al parecer, sólo hay en Cataluña).
Llegamos entonces a Reinosa, que yo suponía que era un pueblo menor pero resultó ser la ciudad central de la zona, rodeada por pueblos, esos sí pequeños. De todas maneras, Reinosa tiene sólo 12000 habitantes (aunque algunos estiman que se han ido 2000 en los últimos años). Como probablemente yo era el único turista ahí (no porque le falten lugares de interés, aunque sí le falta promoción), y además prácticamente todo lo recorrí en auto, no tengo casi fotos del lugar (y tampoco de los lugares que mencionaré luego).
Aunque sea una ciudad muy pequeña, a Reinosa no le falta nada. Tiene complejo deportivo con piscina, centros de esquí, todos los servicios (aunque aquí hasta el pueblo más remoto ya tiene Internet), y el segundo campo de golf más grande de toda la provincia, el Nestares, con 18 hoyos. No hay inmigrantes (al menos no reconocibles por su aspecto), y mientras caminábamos por la calle Goyo no paraba de saludar gente. Antes de que me olvide el detalle, diré que la principal joyería de la ciudad no tiene rejas, sólo un vidrio la defiende de los inexistentes ladrones.
Cantabria fue un lugar de paso y gran valor estratégico, así que hay construcciones de muchísimas épocas y culturas. En el centro de Reinosa se alza una iglesia que creo que era románica, a la que lamentablemente no le tomé una foto. Cerca de la ciudad hay una ciudad romana reconstruida y varios puentes romanos, a los que no tuvimos tiempo de ir. En el centro de la ciudad se pueden encontrar casas del siglo XIII, y debido a la nieve hay manzanas enteras donde la vereda (acera) es una galería por donde caminas bajo un techo y junto a columnas de piedra. En la zona hay varias canteras de piedra, y las hay de varios tonos de marrón, así que incluso en las construcciones más recientes es común ver un revestimiento de piedras que las hace muy bonitas. El río Ebro, además, baja con tanta fuerza que es muy fácil y bastante ilegal conseguir piedras redondeadas del lecho del río, del marrón que quieras.
En algunas cosas me hizo acordar mucho a Ushuaia. El ritmo de vida, el estar rodeado por montañas que se elevaban hasta mil metros en relación a la ciudad, la cordialidad de los desconocidos... Reinosa también tiene playas cerca, ya que hay una represa enorme a pocos kilómetros con playas alrededor. Esa represa fue construida en la época franquista (creo que en el 47), y los residentes de varios pueblos tuvieron que emigrar a tierras más altas. Cuando les pagaron por sus viviendas, les pagaron poco y mal. Aunque me hice un poco de lío, creo que no me equivoco si digo que cuando el nivel de la represa está bajo se ve todavía el campanario del pueblo donde nació mi abuelo y de donde tuvo que irse.
Continuará...
martes, agosto 15, 2006
Viajando a Cantabria
Hoy es martes 15 de agosto, hace exactamente dos meses que llegué a Barcelona y para conmemorarlo me estoy yendo de ella. Sí, estoy escribiendo esto con mi móvil a bordo de un autobús a Santander, capital de Cantabria, y lo publicaré desde aquí. Pero primero lo primero.
Está semana estuvo toda la semana nublado en Cataluña y con temperaturas no muy altas, así que ni siquiera fui a la playa. Sí fui a conocer la rambla de Fabra y Puig, ya habrá fotos, con la excusa de buscar una maleta de tamaño intermedio. Los chinos tenían una barata, pero elegí una de más calidad. Por suerte, porque si no lo estaría lamentando ahora mismo.
Hoy a la mañana hacía frío, y luego fui a ver las fiestas de Gracia, un barrio de aquí. Había muchos juegos para niños, pero por el mal clima no había casi nadie. De noche seguramente se pone espectacular, pero me lo perderé.
Fotos de Gracia:
Estacionamiento de motos de Sants:
A la vuelta cené, y mientras me duchaba me quedé sin agua caliente y no pude encender el calentador. Sospecho que el agua fría proviene del deshielo de alguna montaña próxima. Las cosas se comenzaban a torcer.
Se me hacía tarde, incluso utilizando un camino más rápido recién descubierto, un nuevo tren a diez minutos del piso. Comenzaba a llover a modo chaparrón, algo tan raro aquí que mis compañeros de piso apagaron las luces y se pusieron a ver la lluvia por la ventana. Entonces salí, quedando empapado a las tres manzanas. Recuerdo el número porque fue ahí cuando recordé que no había agarrado la ropa interior, y la que tenía puesta se estaba mojando. Tampoco es tan fácil comprar nueva. Regresé corriendo al piso. Cuando bajé de nuevo es cuando comenzó realmente a llover. Viento en remolinos, yo ahora provisto de un paraguas que sólo me defendía la cara. En un pórtico pasé todo lo que tenía en los pantalones a la mochila impermeable. El agua en algunas zonas me llegaba a los tobillos, y no tenía, ni tengo ahora, calzado de repuesto. La maleta iba haciendo olitas, y yo iba deseando que además de ser más cara fuera también impermeable.
Después de diez minutos llegué a la estación chorreando agua hasta por la espalda, y eso que llevaba la mochila ahí. Por supuesto, mi T-10 se había agotado con mi último viaje en metro, así que metí un billete mojado rezando por que la máquina lo reconociera (lo hizo) y bajé lo más rápido posible escuchando el chuic-chuic de mis zapatillas. Mientras esperaba el tren pasé ropa a la mochila, miré a ver sí el celu seguía funcionando pese a que estaba mojado y en mi cintura, y entonces todo empezó a mejorar.
El tren llegó enseguida, en el destino todavía no llovía, aunque era el único imbécil que estaba mojado. La caja de cigarrillos se me deshizo en las manos, pero pude recuperar un cigarrillo.
Y ahora estoy aquí. Me he cambiado de ropa en el asiento y en el baño, aunque estoy en medias. Algunas curiosidades: para escuchar la pelí hay que comprar auriculares en el autobús o traerlos desde casa, al fondo también hay ventana, cuando el autobús para en varias ciudades cada ciudad tiene su compartimiento de equipaje, y las películas que pasan son ilegales y filmadas de la pantalla del cine. En está comedia puedo escuchar las risas del público.
Por cierto, sólo dos personas no tenemos compañero de asiento. Alguna buena me tenía que tocar...
Está semana estuvo toda la semana nublado en Cataluña y con temperaturas no muy altas, así que ni siquiera fui a la playa. Sí fui a conocer la rambla de Fabra y Puig, ya habrá fotos, con la excusa de buscar una maleta de tamaño intermedio. Los chinos tenían una barata, pero elegí una de más calidad. Por suerte, porque si no lo estaría lamentando ahora mismo.
Hoy a la mañana hacía frío, y luego fui a ver las fiestas de Gracia, un barrio de aquí. Había muchos juegos para niños, pero por el mal clima no había casi nadie. De noche seguramente se pone espectacular, pero me lo perderé.
Fotos de Gracia:
Estacionamiento de motos de Sants:
A la vuelta cené, y mientras me duchaba me quedé sin agua caliente y no pude encender el calentador. Sospecho que el agua fría proviene del deshielo de alguna montaña próxima. Las cosas se comenzaban a torcer.
Se me hacía tarde, incluso utilizando un camino más rápido recién descubierto, un nuevo tren a diez minutos del piso. Comenzaba a llover a modo chaparrón, algo tan raro aquí que mis compañeros de piso apagaron las luces y se pusieron a ver la lluvia por la ventana. Entonces salí, quedando empapado a las tres manzanas. Recuerdo el número porque fue ahí cuando recordé que no había agarrado la ropa interior, y la que tenía puesta se estaba mojando. Tampoco es tan fácil comprar nueva. Regresé corriendo al piso. Cuando bajé de nuevo es cuando comenzó realmente a llover. Viento en remolinos, yo ahora provisto de un paraguas que sólo me defendía la cara. En un pórtico pasé todo lo que tenía en los pantalones a la mochila impermeable. El agua en algunas zonas me llegaba a los tobillos, y no tenía, ni tengo ahora, calzado de repuesto. La maleta iba haciendo olitas, y yo iba deseando que además de ser más cara fuera también impermeable.
Después de diez minutos llegué a la estación chorreando agua hasta por la espalda, y eso que llevaba la mochila ahí. Por supuesto, mi T-10 se había agotado con mi último viaje en metro, así que metí un billete mojado rezando por que la máquina lo reconociera (lo hizo) y bajé lo más rápido posible escuchando el chuic-chuic de mis zapatillas. Mientras esperaba el tren pasé ropa a la mochila, miré a ver sí el celu seguía funcionando pese a que estaba mojado y en mi cintura, y entonces todo empezó a mejorar.
El tren llegó enseguida, en el destino todavía no llovía, aunque era el único imbécil que estaba mojado. La caja de cigarrillos se me deshizo en las manos, pero pude recuperar un cigarrillo.
Y ahora estoy aquí. Me he cambiado de ropa en el asiento y en el baño, aunque estoy en medias. Algunas curiosidades: para escuchar la pelí hay que comprar auriculares en el autobús o traerlos desde casa, al fondo también hay ventana, cuando el autobús para en varias ciudades cada ciudad tiene su compartimiento de equipaje, y las películas que pasan son ilegales y filmadas de la pantalla del cine. En está comedia puedo escuchar las risas del público.
Por cierto, sólo dos personas no tenemos compañero de asiento. Alguna buena me tenía que tocar...
miércoles, agosto 09, 2006
Parque de la Ciudadella, Montgat y otros
Esto es sobre los días entre el 23 y 27 de agosto.
El viernes 23, al salir del trabajo, no tuve mejor idea que ir a conocer el Mercadona, el supermercado supuestamente más barato de la ciudad. Lamentablemente, a media manzana de distancia, y sin mapa, decidí doblar hacia la derecha en vez de a la izquierda, y no sólo eso, sino que insistí en mi convicción de que la calle que buscaba estaba más adelante. Para hacerlo corto, me perdí en el barrio de Sant Andreu, ubicado al norte del mío, sin más guía que el sol. Pasé frente a una iglesia (cerca de la plaza de Orfila), a la que le falta la torre izquierda y en su lugar quedan sólo los restos, como si hubiera sido destruida en un bombardeo y nadie hubiera considerado importante reconstruirla. Cuando llegué a una calle llamada Santa Coloma, homónima de un barrio al que no querría ir a esas horas, finalmente decidí salir de ahí y no pasear más, sin pedir ayuda, he ahí la gracia. Llegué entonces a una nueva Rambla, que no conocía y que terminaba a sólo tres manzanas de mi piso, había pasado a metros de ella muchísimas veces y nunca la había visto. Por cierto, el Mercadona y sus prepizzas quedarán para otro día.
El sábado creo que no hice nada, pero el domingo fui al Parc de la Ciutadella (o algo así, no recuerdo cómo se escribe en catalán). Comencé bajándome del metro en el Arc de Triomphe, y caminé por esas tres manzanas que en 1888 albergaron la primera exposición universal, realizada obviamente en Barcelona. Al final, antes de ingresar al Parque, se encuentra una estatua conmemorativa del hecho.
Por si a alguien le interesa, comentaré cómo está organizada la costa de Barcelona. Esta costa va desde el sudoeste hacia el noreste, y en la parte céntrica la sucesión es esta (desde SO a NE): barrio del Raval, Rambla (con Monumento a Colón y acceso al Maremágnum), Ciudad Vieja, Barrio Gótico, Ribera (con Barceloneta), Parque de la Ciudadella, Puerto Olímpico.
Entonces entré al Parque de la Ciudadella, donde pasé primero frente a varios centros culturales e invernaderos. Estaban todos cerrados, pero de uno de ellos provenía una melodía en flauta, como si un músico profesional estuviera buscando (y encontrando) inspiración dentro de un paseo e invernadero completamente cerrado. Al menos asumí que había una persona dentro, debido a la calidad del sonido y a que parecía una improvisación. Por entre las rendijas tomé unas fotos, pero no encontré al flautista. Por cierto, alrededor del lugar había sentados otros músicos que practicaban a solas.
Luego pasé por la Plaza de las Armas, un lugar muy tranquilo y armonioso en el medio del parque, donde había un estanque en el centro y la simetría era lo más importante. Detrás de la Plaza vi el Parlamento de Cataluña, que no es un edificio especialmente llamativo, pero también tiene foto.
Hay en el medio del parque un lago artificial:
Al costado del lago artificial me encontré con una reproducción a tamaño natural de un Mamut, resto de la exposición de 1888:
Luego pasé por algo que en mi mapa aparecía tímidamente mencionado como "La Cascada", pero resultó ser un estanque enorme con varias cascadas en sucesión, varios chorros de agua, y muchas esculturas, todo rodeado de un bosquecito. No sé si las fotos dan cuenta del tamaño de esta "fuente", pero era realmente grande y preciosa. No sé por qué ha quedado fuera de los recorridos recomendados a los turistas (de hecho, todo el parque está fuera de dichos
recorridos).
Frente a la fuente había una glorieta, donde un grupo de personas estaba aprendiendo a bailar el tango.
Me acerqué al Zoo, que está en la parte del parque que más se acerca al mar, aunque no pretendía entrar, ya que mirar animales solo puede ser una de las cosas más aburridas del mundo, y quería caminar pero por otros lugares. Además, era caro: 14,5 euros.
Salí entonces rumbo a la Ribera, un barrio pequeño que está contiguo al Parque de la Ciudadella por el norte, y al Barrio Gótico por el sur. Pasé frente a un mercado enorme, hay realmente muchos en esta ciudad, y gente de todas las clases los usa, por lo cual me di cuenta de que aquí no están asociados a las clases bajas, sino que forman parte de la tradición europea. De hecho, los mercados aquí son diferentes todos los días: por ejemplo, en un mercado el jueves puede ser el día de los libros, el viernes de la ropa, el sábado de las antigüedades...
También pasé frente a varios bares, uno de los cuales me pareció un poco raro aunque no sabía bien por qué. Tardé un poco en darme cuenta de que lo raro era que sólo había mujeres dentro, y en plan seducción: supongo que era un bar de lesbianas. Lo anoto aquí porque creo que es la primera vez que veo el interior de uno de esos lugares.
Llegué entonces a otra rambla (y van...), que desemboca en la que creo que es la iglesia gótica más importante de Barcelona.
Caminando por la Ribera llegué a una explanada enorme, donde la única atracción era una pareja bailando el tango (en la variante para turistas, claro). En las callejuelas contiguas había muchos espectáculos musicales: un dúo de italianos cantando ópera a capella, varios flautistas, algún violinista si no recuerdo mal, y, frente al museo Picasso, este hombre, tocando una melodía hipnótica y hermosa con este instrumento:
Siguiendo a los turistas llegué al efluente principal, que resultó ser una calle con mi nombre (en catalán), que desemboca en la Rambla. Perdonen, pero no pude evitar tomarle una foto al cartel.
Ayer martes, después de intentar infructuosamente hacer algunos trámites (aunque ya casi se ve la luz al final del camino, o al menos se ve el camino...), partí rumbo a la playa por la tarde. Mi idea era ir hasta Mataró, que es un poco más caro, pero las nubes negras que había en el cielo me sugirieron ir a algún lugar más próximo. Decidí conocer Montgat, apenas un poco más al norte que Badalona. Debo aclarar que aquí los trenes van junto a la playa todo el recorrido, lo cual tiene en parte sentido porque simplifica el tema del tránsito, y además las ciudades posiblemente preexistan al tendido de las vías, aunque la única desventaja es que en algunos lugares el turista la pasa bastante mal para cruzar a la playa. Montgat es uno de ellos. No hay señalización alguna (salvo para los vehículos, pero igual es misterioso), así que caminé cerca de un kilómetro sin encontrar paso alguno, me subí a un montecito y tomé unas fotos.
Ya con un poco más de idea de la geografía del lugar, regresé hasta la estación y caminando hacia el sur encontré una especie de desagüe oscuro y transitable que te llevaba a una playita menor (realmente un desagüe), rodeada de rocas, bastante sucia y ciertamente infestada de ciempiés. Cabe aclarar que no era el único que estaba ahí, éramos unos cuantos. Así que me senté sobre el toallón, leí algo, y cuando comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia me levanté y regresé a la ciudad. Hubo truenos, relámpagos, y llovió de una manera decente durante una hora (aquí lo llamaron diluvio, pero no conocen la verdadera lluvia).
Bueno, hoy fui a Badalona, estaba muy lindo, la pasé muy bien, casi no había gente y el agua estaba espectacular, además en el Donking Donuts del metro el empleado (mendocino) detectó inmediatamente que yo era argentino y a modo de saludo desenterró de quién sabe donde un donut muy rico con auténtico dulce de leche.
Con respecto al metro, debo confesar que hoy fui a la playa con mi amiga checa y pagamos sólo un pasaje, utilizando la famosa técnica del trencito. Al regreso, un español realizó una novedosa táctica que llamaré "el pasaje no me funciona", y pasamos los tres en trencito por la salida, a sólo diez metros de los inspectores, que no nos vieron porque habían enganchado a otro. El otro día pasó algo gracioso: un tipo intentaba eludir el pago gateando por el suelo, a lo que la checa le sugirió que pasara caminando por la salida, que era más sencillo, y el tipo, un tanto humillado, le hizo caso.
El viernes 23, al salir del trabajo, no tuve mejor idea que ir a conocer el Mercadona, el supermercado supuestamente más barato de la ciudad. Lamentablemente, a media manzana de distancia, y sin mapa, decidí doblar hacia la derecha en vez de a la izquierda, y no sólo eso, sino que insistí en mi convicción de que la calle que buscaba estaba más adelante. Para hacerlo corto, me perdí en el barrio de Sant Andreu, ubicado al norte del mío, sin más guía que el sol. Pasé frente a una iglesia (cerca de la plaza de Orfila), a la que le falta la torre izquierda y en su lugar quedan sólo los restos, como si hubiera sido destruida en un bombardeo y nadie hubiera considerado importante reconstruirla. Cuando llegué a una calle llamada Santa Coloma, homónima de un barrio al que no querría ir a esas horas, finalmente decidí salir de ahí y no pasear más, sin pedir ayuda, he ahí la gracia. Llegué entonces a una nueva Rambla, que no conocía y que terminaba a sólo tres manzanas de mi piso, había pasado a metros de ella muchísimas veces y nunca la había visto. Por cierto, el Mercadona y sus prepizzas quedarán para otro día.
El sábado creo que no hice nada, pero el domingo fui al Parc de la Ciutadella (o algo así, no recuerdo cómo se escribe en catalán). Comencé bajándome del metro en el Arc de Triomphe, y caminé por esas tres manzanas que en 1888 albergaron la primera exposición universal, realizada obviamente en Barcelona. Al final, antes de ingresar al Parque, se encuentra una estatua conmemorativa del hecho.
Por si a alguien le interesa, comentaré cómo está organizada la costa de Barcelona. Esta costa va desde el sudoeste hacia el noreste, y en la parte céntrica la sucesión es esta (desde SO a NE): barrio del Raval, Rambla (con Monumento a Colón y acceso al Maremágnum), Ciudad Vieja, Barrio Gótico, Ribera (con Barceloneta), Parque de la Ciudadella, Puerto Olímpico.
Entonces entré al Parque de la Ciudadella, donde pasé primero frente a varios centros culturales e invernaderos. Estaban todos cerrados, pero de uno de ellos provenía una melodía en flauta, como si un músico profesional estuviera buscando (y encontrando) inspiración dentro de un paseo e invernadero completamente cerrado. Al menos asumí que había una persona dentro, debido a la calidad del sonido y a que parecía una improvisación. Por entre las rendijas tomé unas fotos, pero no encontré al flautista. Por cierto, alrededor del lugar había sentados otros músicos que practicaban a solas.
Luego pasé por la Plaza de las Armas, un lugar muy tranquilo y armonioso en el medio del parque, donde había un estanque en el centro y la simetría era lo más importante. Detrás de la Plaza vi el Parlamento de Cataluña, que no es un edificio especialmente llamativo, pero también tiene foto.
Hay en el medio del parque un lago artificial:
Al costado del lago artificial me encontré con una reproducción a tamaño natural de un Mamut, resto de la exposición de 1888:
Luego pasé por algo que en mi mapa aparecía tímidamente mencionado como "La Cascada", pero resultó ser un estanque enorme con varias cascadas en sucesión, varios chorros de agua, y muchas esculturas, todo rodeado de un bosquecito. No sé si las fotos dan cuenta del tamaño de esta "fuente", pero era realmente grande y preciosa. No sé por qué ha quedado fuera de los recorridos recomendados a los turistas (de hecho, todo el parque está fuera de dichos
recorridos).
Frente a la fuente había una glorieta, donde un grupo de personas estaba aprendiendo a bailar el tango.
Me acerqué al Zoo, que está en la parte del parque que más se acerca al mar, aunque no pretendía entrar, ya que mirar animales solo puede ser una de las cosas más aburridas del mundo, y quería caminar pero por otros lugares. Además, era caro: 14,5 euros.
Salí entonces rumbo a la Ribera, un barrio pequeño que está contiguo al Parque de la Ciudadella por el norte, y al Barrio Gótico por el sur. Pasé frente a un mercado enorme, hay realmente muchos en esta ciudad, y gente de todas las clases los usa, por lo cual me di cuenta de que aquí no están asociados a las clases bajas, sino que forman parte de la tradición europea. De hecho, los mercados aquí son diferentes todos los días: por ejemplo, en un mercado el jueves puede ser el día de los libros, el viernes de la ropa, el sábado de las antigüedades...
También pasé frente a varios bares, uno de los cuales me pareció un poco raro aunque no sabía bien por qué. Tardé un poco en darme cuenta de que lo raro era que sólo había mujeres dentro, y en plan seducción: supongo que era un bar de lesbianas. Lo anoto aquí porque creo que es la primera vez que veo el interior de uno de esos lugares.
Llegué entonces a otra rambla (y van...), que desemboca en la que creo que es la iglesia gótica más importante de Barcelona.
Caminando por la Ribera llegué a una explanada enorme, donde la única atracción era una pareja bailando el tango (en la variante para turistas, claro). En las callejuelas contiguas había muchos espectáculos musicales: un dúo de italianos cantando ópera a capella, varios flautistas, algún violinista si no recuerdo mal, y, frente al museo Picasso, este hombre, tocando una melodía hipnótica y hermosa con este instrumento:
Siguiendo a los turistas llegué al efluente principal, que resultó ser una calle con mi nombre (en catalán), que desemboca en la Rambla. Perdonen, pero no pude evitar tomarle una foto al cartel.
Ayer martes, después de intentar infructuosamente hacer algunos trámites (aunque ya casi se ve la luz al final del camino, o al menos se ve el camino...), partí rumbo a la playa por la tarde. Mi idea era ir hasta Mataró, que es un poco más caro, pero las nubes negras que había en el cielo me sugirieron ir a algún lugar más próximo. Decidí conocer Montgat, apenas un poco más al norte que Badalona. Debo aclarar que aquí los trenes van junto a la playa todo el recorrido, lo cual tiene en parte sentido porque simplifica el tema del tránsito, y además las ciudades posiblemente preexistan al tendido de las vías, aunque la única desventaja es que en algunos lugares el turista la pasa bastante mal para cruzar a la playa. Montgat es uno de ellos. No hay señalización alguna (salvo para los vehículos, pero igual es misterioso), así que caminé cerca de un kilómetro sin encontrar paso alguno, me subí a un montecito y tomé unas fotos.
Ya con un poco más de idea de la geografía del lugar, regresé hasta la estación y caminando hacia el sur encontré una especie de desagüe oscuro y transitable que te llevaba a una playita menor (realmente un desagüe), rodeada de rocas, bastante sucia y ciertamente infestada de ciempiés. Cabe aclarar que no era el único que estaba ahí, éramos unos cuantos. Así que me senté sobre el toallón, leí algo, y cuando comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia me levanté y regresé a la ciudad. Hubo truenos, relámpagos, y llovió de una manera decente durante una hora (aquí lo llamaron diluvio, pero no conocen la verdadera lluvia).
Bueno, hoy fui a Badalona, estaba muy lindo, la pasé muy bien, casi no había gente y el agua estaba espectacular, además en el Donking Donuts del metro el empleado (mendocino) detectó inmediatamente que yo era argentino y a modo de saludo desenterró de quién sabe donde un donut muy rico con auténtico dulce de leche.
Con respecto al metro, debo confesar que hoy fui a la playa con mi amiga checa y pagamos sólo un pasaje, utilizando la famosa técnica del trencito. Al regreso, un español realizó una novedosa táctica que llamaré "el pasaje no me funciona", y pasamos los tres en trencito por la salida, a sólo diez metros de los inspectores, que no nos vieron porque habían enganchado a otro. El otro día pasó algo gracioso: un tipo intentaba eludir el pago gateando por el suelo, a lo que la checa le sugirió que pasara caminando por la salida, que era más sencillo, y el tipo, un tanto humillado, le hizo caso.
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